Nuestra farmacia
ORíGENES DE LA HOMEOPATIA
INICIOS DE LA HOMEOPATIA

La historia de la Homeopatía se inicia en el origen mismo de la medicina. El primer médico que se le considera como tal fue un asklepiades de la Isla de Cos, llamado Hipócrates, que en su Natura Morborum Medicatrix propuso que la Medicina, para curar, lo primero que tenia que hacer era no dañar (Primus non nocere). También dejó bien claro que las enfermedades pueden ser curadas por medio de los medicamentos que tengan sus mismas propiedades (Simila similibus curantur). En el mismo tratado enunció otro principio, en el que afirmaba que podían ser tratadas por los que tienen las contrarias (Contraria contraribus curantur). Hipócrates, padre de la medicina, vivió en la citada isla los siglos V y IV a.c.

Fue sucedido en su paternidad por Galeno quien tomó de aquellos principios solo uno, prefiriendo lo fácil y decidiéndose por el de los contrarios. Pero, para seguir con nuestra historia, hemos de llegar a otro personaje singular llamado Theophrastus Bombastus von Hohenhein, conocido como Paracelso, quien trató de curar la antracosis y silicosis de los mineros de las minas de los Fugger, atribuyéndoselas a la inhalación del polvo de la mina. Todas estas observaciones son anotadas y publicadas en un libro titulado Von der Bergsucht un anderen Bergkrankheiten, en el que se pregunta si esas sustancias tan nocivas para el organismo, no serán susceptibles de curarlo. Entonces, suministrando las sustancias a los enfermos, llega a curarlos.

Pero la Homeopatía como tal aparece con Samuel Christian Frederic Hahnemann. Había nacido en Dresden en 1755 y se graduó en Medicina y Cirugía el año 1776. Hahnemann ejerció como médico pero con el tiempo sintió vacilar sus convicciones científicas ante el magro potencial terapéutico de aquella época en la que a los purgantes y catárticos, propuestos por el Corpus Hipocraticus para lograr la katrasis del cuerpo humano, apenas se habían agregado sangrías y lavativas. Establece una nueva Farmacopea que rápidamente se convertirá en un nuevo método terapéutico y que, en 1808, denominará “Homeopatía”. La Homeopatía nace de la observación y del estudio farmacológico de las sustancias medicamentosas de la farmacopea tradicional a partir de la experimentación sobre el hombre sano. La farmacopea tradicional estaba compuesta por sustancias vegetales, animales y minerales, conocidas y transmitidas por la experiencia. Estas drogas se llamaban Simples. Son sustancias que formarán la base de los medicamentos homeopáticos. En 1976, publica el resultado de sus trabajos en un artículo, que describe los principios del método homeopático.

En 1810 publica una obra llamada “Organon ou l`art rationnel de guérir” (“El Organon o el Arte Racional de Curar”), que expone y desarrolla un método, lo enriquece con datos fundamentales sobre el enfoque de la enfermedad y describe los principios de la fabricación del medicamento homeopático. Se habla entonces de “Nueva Medicina” en el sentido de nueva terapéutica. La “Nueva Medicina” de Hahnemann, tal y como esta calificada por la opinión, se apoya sobre unos nuevos principios enunciados en “Essai sur un nouveau principe…” y ampliamente desarrollados en el Organon a partir de 1810. En éste, Hanemann detalla las bases para determinar el medicamento según el Principio de Similitud y la elección de la desconcentración: la Dilución Hanemanniana.

Hoy día, gracias a la herencia de Hahnemann, la homeopatía se apoya sobre estas bases enriquecidas con 200 años de práctica y evolución médica. Hanemann forma a numerosos discípulos, que atraídos por el aspecto innovador de este método medicamentoso, lo difundieron por Europa y por el mundo entero desde 1810. Las catástrofes del siglo XIX y los movimientos de población favorecieron la expansión de la homeopatía. Los médicos militares austriacos la exportaron durante las guerras del imperio alemán en Italia. La lucha contra las grandes epidemias y en especial contra el cólera, contribuyó a la propagación del método.

PRIMEROS LABORATORIOS

A partir de los años 1850, debido a razones jurídicas, científicas y sociales, aparecen las Farmacias especializadas en Homeopatía. El papel de los profesionales está muy bien definido: el médico prescribe el medicamento y el farmacéutico lo prepara. Desde entonces los farmacéuticos que precisan la fabricación, fijan las reglas de preparación del medicamento en diversas obras hasta llegar a la elaboración de la Farmacopea Homeopática Francesa en 1898. Dentro de la industrialización de principios del siglo XX, los médicos, preocupados de garantizar la estandarización de los medicamentos su fiabilidad, proponen la creación de estructuras especializadas para preparar el medicamento. Las farmacias especializadas se transforman, pues, en laboratorios.

Tras unos años surgen los primeros laboratorios en Francia: LHF, LHM, Boiron, Dolisos, Delpech y Lehning. También aparecen los laboratorios Schwabe en Alemania, el laboratorio Nelson en Gran Bretaña, los laboratorios Unda en Bélgica, USM en Holanda, Boericke and Tafel en los Estados Unidos. Llegando a nuestros días en los que los laboratorios homeopáticos han sabido conjugar a la perfección la tradición y la innovación y desarrollo del medicamento homeopático en sus distintas formas farmacéuticas para que llegue al paciente a través de las oficinas de farmacia.

LA HOMEOPATIA EN ESPAÑA

Aunque hubo antes algún que otro médico que practicó la homeopatía aprendida en sus viajes, se puede decir que la primera implantación, con continuidad y creación de escuela, de esta disciplina se produce en la ciudad de Badajoz, en aquellos tiempos capital de la Extremadura. Lo debemos a Don Prudencio Querol, médico de aquella ciudad que ya en 1808 había curado al favorito Godoy de las lesiones recibidas en el motín de Aranjuez. Este médico recibía la Revista de Edimburgo y por ella tuvo conocimiento de la nueva técnica. Puesto en contacto con el Conde de Desguidi, de Lyon, y ya 1833, con los pocos medios con que contaba, Camphora, Ipeca, Cuprum y Veratrum, hizo frente con notables resultados a una epidemia decólera.

Don Prudencio fue formando discípulos, entre los que se encontraba el farmacéutico D. Juan Manuel Rubiales, y cristalizando un núcleo homeopático que poco a poco se fue extendiendo al resto del país. Entre sus pupilos cabe destacar a Don Pedro Rino y Hurtado que con sus muchas publicaciones, principalmente a través de la Gaceta Homeopática de Madrid, fue atrayendo a varios compañeros hacia la disciplina para acabar formando la Sociedad Hahnemannniana-Matritense. Y ya que hablamos de esta sociedad no cabe menos que recordar la figura de D. José Núñez y Pernía, Marqués de Núñez, nacido en 1805 en Benavente, Zamora. Hijo de una familia que llevaba el título de Marqueses de los Salados, en la Primera Guerra de Sucesión tomó partido del infante D. Carlos por lo que tuvo que emigrar a Francia donde, renunció a la política. Se matriculó en la Facultad de Medicina de Burdeos, conoció las teorías de Hahnemann y las puso en práctica. Una vez trasladado a España, revalidó los estudios de Medicina y se graduó en la Facultad de Medicina de Madrid en 1844.

Alcanzó tal prestigio personal que fue nombrado médico personal de la Reina y de algunos Infantes. En 1846 un grupo de homeópatas, con el fin de aunar criterios, fundan la Sociedad Hahnemanniana Matritense de la que Don José es nombrado presidente. Una de las primeras metas que se propuso esta sociedad es la consecución de una clínica homeopática y la solicitan al gobierno. En enero de 1850 se dicta una Real Orden para el establecimiento de una clínica y una cátedra de medicina homeopática. En enero de 1865 se dicta otra para poner en práctica lo anterior que aún dormía el sueño de los justos en un cajón. Aunque ésta era mucho más amplia y generosa, se instó al Ministerio de la Gobernación a que corriera con los gastos de instalación y la estancia de los enfermos, por lo que la suerte que corrió fue la misma que su predecesora.

El gobernador de Madrid dijo que no tenía ni locales ni presupuesto para ello, ahora que tenía cubierta la beneficencia, y que el hospital en cuestión no formaba parte de ese servicio de la Administración. Pero la Sociedad Hahnemanniana Matritense no estaba dispuesta a rendirse. Cerradas las puertas de la Administración pública, recurren a la suscripción popular y gracias a ella, el 26 de mayo de 1873 se abren las puertas del Hospital Homeopático de San José que, tras muchas vicisitudes durante la posguerra española, sigue prestando sus servicios en la calle Eloy Gonzalo de la capital española. Y en esa capital, en la Real Farmacia de Palacio Real, pueden verse, junto a un botiquín homeopático perteneciente a la Reina Isabel II, los útiles empleados en la fabricación de medicamentos homeopaticos en aquella época. Sería injusto olvidar a la institución decana de la Homeopatía catalana, la Academia Homeopática de Barcelona.

Todos los años, coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Hahnemann, un grupo de médicos se reunía en un banquete y fue en uno de éstos, el 13 de abril de 1890 que se inicia la andadura de la Academia como tal, ya que su gestación llevaba ya unos siete años en marcha.

Al igual que la Sociedad madrileña, su anhelo era la construcción de un hospital en el que se pudieran atender a los menos favorecidos con ésta terapéutica. El Hospital del Niño Dios había sido inaugurado el 30 de marzo de 1892 reservándose para atender alopáticamente a niños pobres y enfermos. Durante el invierno de 1901 una epidemia de difteria asoló el hospital y la sociedad que lo sufragaba, atendiendo a las peticiones de la Condesa de Moy, Presidenta de la sociedad, le da su dirección al Dr. Giró, discípulo del Dr. Sanllehy, presidente de la Academia. Así, el 1 de abril de 1901, el Hospital se convierte en el segundo homeopático de España. Pero la Homeopatía española habría de pasar aún por malos momentos. La Guerra Civil, como con otras muchas ilusiones y esperanzas, la soterró hasta su recuperación con la llegada de las libertades, si bien es cierto que continuó ejerciéndose en distintos puntos del país.

Hoy en día, nuestra homeopatía está floreciendo de nuevo, intentando alcanzar metas que nunca se debieron de perder.